jueves, mayo 10, 2007

Aroma de Tormenta

“Hubiera bastado una pincelada en la distancia. O tal vez dar un simple paseo por el tiempo y convencerme de que he sido feliz. Pero me abnegaba a pensar lo contrario, a malvivir con breves soplos de existencia. Adentrarme en la niebla y no regresar jamás. Era lo que más deseaba. Quizás la forma más bella de suicidio.
Sin embargo, intenté alejarme de todo ello. Y poco a poco, lo fui consiguiendo. Me fui dando cuenta de que era un gran error basar la perspectiva de felicidad siempre en lo mismo sin darme cuenta de que tan solo las pequeñas cotidianeidades de la vida podían regalarte pequeños fragmentos de felicidad con los que ir sobreviviendo día a día. Me fui dando cuenta de que cosas como una farola a medio fundir, bajo la lluvia, podía convertirse en el rincón más hermoso del mundo.
Volveré a retomar el blog. No ahora, ni mañana. Volveré cuando esté preparado para ello.”


Este texto es una parte del e-mail que le envié a una persona anónima que me escribió
animándome a retomar el blog.
Y es que hace ya casi año y medio que lo abandoné. Es increíble como pasa el tiempo.
No fue una decisión repentina, no ocurrió de un día para otro. Tampoco fue una decisión fácil. Pero tuve que hacerlo. El e-mail de esta persona me hizo recapacitar más de lo esperado. Me hizo pensar en aquello que no quería pensar por miedo a recaer, por miedo a sufrir, por miedo a reencontrarme con el pasado. Obviamente, volví a recaer, a sufrir, a reencontrarme con el pasado. Sin embargo, lo necesitaba. No el hecho de recaer, sino el de pensar.
Todo esto ha provocado que me de cuenta de que el pasado no volverá, que ya jamás su sombra se deslizará por los recovecos de mi cuerpo. Que por mucho que intente no mirar atrás, hace ya tiempo que el declive de su entorno pintó mi vida de negro. Hizo las maletas y se fue. Se fue para siempre.


¿No escuchas ese terrible llanto? Ese llanto que los hombres llaman silencio.

Silencio. Silencio empapado con lágrimas olvidadas en el tiempo. Silencio adornado con dosis de tristeza. Silencio ataviado con una cotidiana huella de rencor añejo. Silencio.

Nada en la vida es para siempre. Aunque nos pese, lo que hoy es calor, mañana es un bloque enorme de hielo. Pero también el hielo se derrite, ninguna tormenta dura para siempre.
Ya va siendo hora de arrojar al vacío todos los miedos y todas las dudas, más que nada porque ya no merece la pena. Lo perdí todo.
Siempre intento buscar la respuesta, intento volver al pasado y averiguar qué podía haber hecho para cambiarlo todo.
Si me diesen una oportunidad. Si me permitiesen volver atrás durante un instante y hacer algo que pudiera variar lo que ocurrió. Si… Si.. nada, porque eso es imposible.
Tan solo es cuestión de asumir errores. La vida no da segundas oportunidades. El reloj nunca cesa en su corto camino, aunque nos pese.


Y el cuervo dijo.. Nunca más.

Ella buscará besos en labios extraños. Todavía el corazón me da un vuelco cuando lo pienso. Pero el tiempo y las heridas se cierran en campos hermanos.
Los recuerdos tan solo son un oasis en el desierto, una piedra en el trayecto. Hay que seguir tirando, hay que seguir viviendo, o sobreviviendo.
Ya no habrá más palabras. Ni caricias. Ni viajes. Ya no volveremos a soñar con el futuro. Nunca más acariciaré su cuerpo. Nunca más.

Olvidaré sus besos. Y el olor de su pelo. Y el tacto de sus manos. Y su voz. Aunque no quiera, creo que lo olvidaré.
Vivir cara a cara con el dolor.
Pero nada es eterno.
Afortunadamente moriré.
Desgraciadamente no sabré cuando morirá. Tengo miedo de que los años pasen.
Supongo que como todo el mundo.


Ojala pase algo que te borre de pronto,
una luz cegadora, un disparo de nieve,
ojala por lo menos que me lleve la muerte,
para no verte tanto, para no verte siempre.



Soñemos. Soñemos que nos sentamos a contemplar como en el infinito el cielo se funde con la tierra. Soñemos que el mundo cambia y nosotros persistimos. Soñemos que volamos y llegamos donde nunca jamás ha llegado nadie. Soñemos. Soñemos que nos amamos. Tan solo una vez más.

A veces, miro por la ventana y cierro los ojos, dejando que el viento susurre suavemente sobre mis oídos. Son muchas las historias que me cuenta, los miles de asombrosos lugares en los que ha estado, la tan diversa gente con la que ha tratado, las aventuras de las que ha sido testigo. Pero nunca me cuenta nada de ella. Sólo cuando se marcha, me regala su nombre. Abro los ojos y no puedo evitar sonreír, a pesar de todo (una vez más). Soñemos.


Aún es tiempo de tormenta. Aún huele a ello. Aún el suelo está mojado. Pero las incesantes lluvias poco a poco van desapareciendo. Y creo que las previsiones climatológicas son favorables.
Ya va siendo hora de aprender a cambiar mi visión del mundo. De mi propio mundo.

La cinco de la mañana y yo aquí escribiendo. Ya es hora de soñar.
Soñemos.