lunes, agosto 29, 2005

Palabras sepultadas

"Cuando leas esta carta, puede que haya muerto. Si esta carta llega
a tus manos, verás como fui tuya sin que tú siquiera supieses que existía".
Joan Fontaine en Carta de una Desconocida.


Me considero una persona totalmente transparente con la gente que ciertamente me importa, con la que realmente quiero. De ello son conscientes los que me conocen perfectamente, aquellos con quien verdaderamente puedo mostrarme sin comprometidas corazas ni blindajes.
A Laurita, por ejemplo, le digo muy a menudo que la quiero, que me importa hasta límites insospechados, que sin ella acariciando las profundidades de mi sombra todo mi mundo se vendría abajo, y demás pedanterías de turno. Sin embargo, ella nunca me dice cosas así, y a pesar de ello, se que me quiere. Me dice que ella no es de las que expresan los sentimientos tan fácilmente, pero que las palabras se quedan obsoletas ante los hechos, y los hechos me señalan asiduamente sus sentimientos hacia mí.
Pero yo pienso que una persona cualquiera necesita, al margen de los hechos, las palabras, palabras de amor, cariño y afecto que pueden alzarte el ánimo un día melancólico y triste.
Y es que es frecuente indicar que el amor se demuestra mediante hechos, pero el amor es mucho más enrevesado de lo que jamás alcanzaremos a sospechar, y demanda infatigablemente que sean bellas, sensibles e impresionables palabras recién arrojadas desde los precipicios del alma quienes lo simbolicen, quienes hagan estremecerse, agitarse, contentar o llorar a las personas a las que realmente se quiere; pero la dificultad no acaba ahí, el amor, además, solicita, pide y reclama a voces sumirse en una constante e inquebrantable repetición de unas protocolares recetas que actúen de manera que se conviertan (aunque la mayoría – sobretodo en el ámbito de los enamorados - tan solo alimenten vanas ilusiones) en promesas que deberán ir rejuveneciéndose paso a paso.
Y es que son precisamente los enamorados los que necesitan a diario ilustrar esa transmisión afectiva de pasión con diálogos y conversaciones pretenciosas donde se declararán amor eterno, algo que desgraciadamente, por extensión, acabará degenerando en escenarios faroleros y fachendosos.

Los hechos, sin palabras, van encaminados llanamente al más que factible peligro de convertirse en prácticas habituales del cariño. Y lo peor de todo es que, llegará un día en el que será tarde para decir “te quiero”, y entonces querremos haber parado el reloj en el momento justo y haber dicho todas aquellas palabras sepultadas que jamás dijimos.

sábado, agosto 27, 2005

La Vida es Sueño

Es verdad, pues: reprimamos
esta fiera condición,
esta furia, esta ambición,
por si alguna vez soñamos.
Y si haremos, pues estamos
en mundo tan singular,
que el vivir sólo es soñar;
y la experiencia me enseña,
que el hombre que vive, sueña
lo que es, hasta despertar.

Sueña el rey que es rey, y vive
con este engaño mandando,
disponiendo y gobernando;
y este aplauso, que recibe
prestado, en el viento escribe
y en cenizas le convierte
la muerte (¡desdicha fuerte!):
¡que hay quien intente reinar
viendo que ha de despertar
en el sueño de la muerte!

Sueña el rico en su riqueza,
que más cuidados le ofrece;
sueña el pobre que padece
su miseria y su pobreza;
sueña el que a medrar empieza,
sueña el que afana y pretende,
sueña el que agravia y ofende,
y en el mundo, en conclusión,
todos sueñan lo que son,
aunque ninguno lo entiende.

Yo sueño que estoy aquí,
destas prisiones cargado;
y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño;
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.


Pedro Calderón de la Barca

martes, agosto 23, 2005

Cuando se balancea la solemnidad de la vida

María tenía veintisiete años. Era una persona algo tímida y retraída, pero si alguien se paraba a hablar con ella, siempre salían sonrisas y palabras agradables de su boca. Su madre, “la Francisca”, era conocida por todo el pueblo, ya que era la dueña del único kiosco que había.
María llevaba unos años con problemas de depresión. Su familia la había ayudado en todo lo que dignamente habían podido, y habían sido siempre un incondicional apoyo para superar esos complejos baches que se le atravesaban de vez en cuando, y que para ella suponían hoscos golpes que la difícil vida provocaba.
María ha muerto hace apenas unas horas. Una vieja cuerda donde su madre tendía la ropa y sus nulas ganas de vivir han sido suficientes para poner fin a su corta existencia y teñir de luto un extraño día de agosto. Su hermana entró en su casa después de una jornada más de trabajo y vio el cuerpo sin vida colgando del techo de la terraza que tenían. Nadie se hubiera podido imaginar nunca que podría ocurrir algo así.
Ayer, mi pueblo, de apenas 800 habitantes, celebraba el último día de sus fiestas patronales. Ayer todo eran alegrías y júbilos, un rezagado resquicio gozoso de aprovechar el último día de festejo; festividad que culminó con los felices rostros de la gente de todo un pueblo al ver los cohetes que un año más ponían fin a unas siempre sosegadas fiestas.
Hoy, la tragedia se cierne sobre este pueblo, sobre mi pueblo.

¿Qué se le habrá pasado por su cabeza para hacer algo así? ¿Qué piensa una persona un segundo antes de quitarse la vida? ¿Qué pensamientos pueden asolarte cuando, en mitad de la asfixia, te das realmente cuenta de lo que estás haciendo? ¿Y si te arrepientes cuando ya es tarde para hacerlo?

La vida es desalentadora. El ser humano también lo es. Hoy estás vivo y quizás mañana no lo estés. Y no hablo de gilipollas suicidas con un volante entre sus manos o enfermedades que te embisten cuando menos te lo esperas. Hablo de cuando nosotros somos nuestro peor enemigo. Con razón dijo Sartre que el orden humano era un completo desorden.

Es la segunda persona en apenas dos años que se ahorca en este pequeño pueblo. La otra vez me tocó más de cerca, fue mi vecina, que tan solo tenía 21 años. Durante las semanas siguientes, me costó considerablemente conciliar el sueño. Había sentido la muerte muy de cerca, justo al lado, y parecía que me vigilaba, que me observaba, que estaba allí mismo, junto a mí. Tal vez, al ver la muerte tan de cerca, y al ser tan impactante, temía por la gente que más quiero, porque tarde o temprano, nos irá tocando a todos, uno a uno. ¿Por qué tiene que ser todo tan funesto y tan fatídico? Mi abuelo, hace unos meses, me dijo que ya estaba en la lista. Yo le respondí que en esa lista estamos todos. Aquello me pegó duro. Fue como concebir que mi abuelo ya se había resignado a su final. Eso a mi me parecía, y me sigue pareciendo, que es exactamente lo mismo que perder la persistente batalla por vivir, por ponerte en pie día a día a pesar de las constantes y duras caídas.

Sigo pensando una y otra vez qué es lo que motiva a una persona a hacer algo así.
Ahora toda una familia está destrozada. Probablemente no se repongan nunca de una experiencia tan traumática.
Los padres de la otra chica, de la que era mi vecina, llevan todo este tiempo yendo a psicólogos, y se han ido alejando progresivamente de la gente. Era usual ver a su madre hablando con la mía y con otras vecinas todas las mañanas, mientras barrían la puerta, cotilleando y chismorreando sobre cosillas que ocurren en un pueblo pequeño. Pero ya no. Ya no se la ve hablando con nadie. Mi vecina desmoronó las vidas de toda su familia. Y la chica que se ha ahorcado hoy también. Pienso que hay que ser muy egoísta para quitarse la vida y no pensar en la gente que te quiere.
No, mi vida no es sólo mía. También es de toda la gente que me ayuda y que está conmigo en mis momentos frágiles, de todos aquellos que se preocupan por mí y que muchas veces sienten y sufren por mí incluso más de lo que puedo hacerlo yo.
Yo sólo soy el que tiene las llaves de las puertas que dan acceso a mi mundo, a mi vida. Ni yo ni nadie tiene ningún derecho a cerrar esas puertas para siempre, a tirar esas llaves allí donde ya jamás conseguirá llegar nadie para cogerlas. Yo domino, o intento dominar lo que en mi vida pueda ocurrir, puesto que, obviamente, me está influyendo directamente a mí, y lo sufro en mis propias carnes, pero sería un enorme egoísta si despojo de mi vida a los que verdaderamente me quieren.

La vida es un regalo. Aunque muchas veces no lo parezca. Aunque muchas veces hayamos dicho que es una mierda. Yo lo digo todos los días, y de hecho he comentado algo similar unas líneas más arriba. Pero, aún así, es un regalo, y a mí, mis padres me enseñaron que, cuando me regalaran algo, debía decir gracias, y eso es lo que se debe hacer, dar gracias por vivir, por sentir, por amar, por reír, y por disfrutar de infinidad de placeres que te aporta la vida: una puesta de sol desde lo más alto de una montaña, un paseo por una bonita ciudad, una tarde de lluvia sintiendo como cada gota empapa tu cuerpo, un día de campo con tus mejores amigos, una película que hacía años que estabas buscando y por fin la encuentras, un partidazo con victoria incluida de tu equipo de fútbol en la final de la Champions, un beso de una chica de la que estás enamorado hasta los huesos mientras sientes esos seductores gusanillos en el estómago, abrazarla y decirle que la quieres después del beso, escuchar una canción que suena por la radio y ponerte a dar botes en un estado de felicidad absoluto, o incluso, quién sabe, poder contarle a mis futuros y dudosos nietos que en los tiempos de una prematura informática, tenía un mediocre blog y recibía más visitas spam que de personas reales.

Por tanto, me remito a lo dicho, la vida es un regalo. Y es el único que nos hacen. No hay más. Abramos ese regalo y disfrutémoslo todo lo que podamos, exprimiendo cada pasión y cada sentimiento hasta el final, y sobretodo compartiéndolo con nuestros seres queridos. Hay tantas cosas por hacer y por sentir y es tan corto el tiempo para hacerlo, que es irrazonable perder ese valioso tiempo en afligirnos nosotros mismos nuestra propia existencia.

domingo, agosto 21, 2005

El silencio de los suspiros

Eres lo que amas, no lo que te ama”.

El abismo, elegante, se ha maquillado con las llamas del estío. En las decadencias de la existencia, desde la cumbre, cayó el rayo de la apática huella de tu éxodo, desatando la ignorancia de la obsesión.
El emigrante sentimiento refulgente quebranta la placidez, ostentosa decoración de lo armonioso, rezagada liberación de la fogosidad.
Las bisagras de las compuertas de mi hálito no resistieron ante la ingente extensión de la deserción de tu figura. Ya sólo quedan revolucionarias cruzadas sin vida, reacias a perder la avenencia de tu guerra.

martes, agosto 16, 2005

El día (después)

Lo que ayer tendría que haber sido un bonito y último regalo de cumpleaños, el cual la propia cumpleañera no iba a leer nunca, se acabó convirtiendo en un día repleto de múltiples acontecimientos informáticos.
Me desperté tarde, muy tarde. Me duché. Comí. Vi un poco la tele. Encendí el ordenador y ahí empezaron las desventuras. Me sorprendió (pero no demasiado) que todo fuera tan lento, tan ralentizado, pero al menos las aplicaciones funcionaban, hasta que al ordenador le dio por apagarse solo. En ese momento fue cuando empezó el auténtico cachondeo. Lo encendía. Se apagaba. Lo volvía a encender. Se volvía a apagar. Hasta que después de varias fracasadas intentonas, conseguí (más bien la casualidad consiguió) que la bellaca y latosa computadora permaneciera encendida, pero eso sí, no me dejaba hacer absolutamente nada. No tenía ningún privilegio como administrador, ni ningún dominio sobre nada. Total: tuve que formatear. Sí, muerto el perro se acabó la rabia.
Para ello, convoqué en mi casa a toda una piara de amigos con (no) mucha más idea que yo en el amplio mundo de la informática. Sí sí, mucho hablar, pero a la hora de hacer, me lo dejaban todo a mí. Mucha teoría y poca práctica. Así que entre conversaciones de “eso ha sido un troyano de nosequé”, “no formatees de esa forma”, “éntrate en la bios y cambia nosecual configuración”, “pero qué haces borra primero la partición que si esto que si lo otro”, decidí empezar las obras. Tuvimos mil y un problemas y nos llevó toda la tarde volver a tener el ordenador listo para que vuelva a ser pasto de virus.
Obviamente muchos de los programas y archivos que tenía grabados o guardados se esfumaron; también toda la música.. y muchas de las cosas que tenía escritas. En fin, una lástima, oye. Me produjo cierta furia perder algunas cosas que sinceramente me importaban bastante. También se borró lo que le había escrito a la chica del cumpleaños y que tenía pensado poner aquí. Tal vez el propio destino me esté señalando una y otra vez con cosas como esta que pase página de una maldita vez. Tal vez sea mejor así. Sea como fuere, como regalo permanecerán los escritos de los días previos, aunque falte el día principal. Pese a que no lo fuera a leer nunca, que es mi único consuelo. Por ello, igual le tengo que dar hasta las gracias al ordenador o al virus o al spy o a lo que halla provocado todo esto, por tenerme entretenido un día que se presumía iba a ser triste y melancólico y que iba a estar lleno de lágrimas y de recuerdos.
En fin, nada más. Creo que de sobra ya había dejado constancia de mi regalo sentimetaloide, pedante y cursi. Solamente desearle felicidades (atrasadas) a la traicionera doncella que desató la borrasca en mi mundo y que espero y deseo que disfrute sus 22 añazos todo lo que pueda y que por supuesto, a pesar de los pesares, sea siempre muy feliz. Me resultará duro abandonar mi sitio junto a su lumbre, pero así habrá de ser, tendré que aprender a dejar atrás muchas cosas, la vida se me puso cuesta arriba hace unos años y me da que va a permanecer así durante bastante tiempo.

Dicho esto, me tomo unas mini-vacaciones, que sin duda me las merezco. Y falta que me hacen, oigan.

domingo, agosto 14, 2005

1 día

Vagando por los vértices de reflejos estelares, conseguí encaramarme a lo más alto del mundo. Desde allí deseaba desertar la inevitable miseria de despertar cada día. En ese momento, cuando la vida no me aportada nada, lanzaste tu anzuelo y llenaste mi cúpula de tus sentidos sueños e ilusiones. Las conversaciones que nos inspiró Audrey Hepburn. Las palabras surgiendo maquinalmente de nuestros labios hasta las tantas de la madrugada. La magia. El deseo. Postergar juntos las penas. Las tardes de lluvia. Los tapices que nos separaron del mundo. La pasión cambiando de traje. La dirección en la que se empezaba a mover todo. Las motivaciones para seguir paso a paso. El abandono de los disfraces. Las gotitas de lágrimas resecando nuestras caras. Despojarle al tiempo su lienzo de melancolía. El viento infiltrando sueños. Natalie Wood y el poema de Wordsworth. Las emociones enloqueciéndonos sin súbita piedad. La sangre, que de nuevo empezaba a recorrer nuestras venas. Los escritos. El camino de baldosas amarillas. Barbara “Sándwich”. Lo poco que duró todo. Los entusiasmos diseñados. Subir las escaleras que conducían hacia la decepción. El tedio más absoluto.
Quizá las palabras de intercesión aún no llegan a destiempo. Quizá podría hacer algo para cambiarlo todo. Quizá podría volver a retumbar las horas sumidas en el más incondicional silencio. Quizá mi deseo y mi esperanza de volver a tenerte son mayores que la propia realidad y quizá va siendo hora de tirar al fuego todos los quizás.
No puedo saberme derrotado. No puedo llegar hasta el reloj si las luces están apagadas. Una aureola indomable permanece aún en el ambiente. La gente me cuenta sus historias. Y todo me recuerda a ti. Cada noche está desprovista de estrellas. Ya no existen. Los caprichos del destino han hecho quedarme atrapado en un laberinto que es mayor a medida que intento vivir, a medida que intento olvidarte. Discurren los días, pasan las horas, el tiempo encorva sus brazos, y tus restos se traducen en letras y en versos escritos con lágrimas en los ojos. A lo lejos, el humo de la existencia va abriéndose paso. Se desnudan las contemplaciones derrochadas. Se marchitan las flores que aún quedan de aquel mes de noviembre. Pero nunca mueren los deseos de volver a verte.
Las estaciones, agonizantes, gimen al cielo, el banal destino triste que despertó en ti el perverso puñal. Suenan las trompetas en los solemnes amaneceres de los aires brillantes de los ojos que jamás volveré a ver. Tus pupilas violentas se alejaron de mí. Tus sonrisas son ahora dañinos velos antaños. La visión desenfocada del itinerario marcado de antemano. Tus labios con la risa entrecortada y nerviosa, mientras tus manos dejaban caer la vela de los sentimientos al suelo. Por el momento, corro el telón de tu recuerdo. Pero me es imposible empañar las memorias creadas. Me atraviesa la cruel agonía de las imágenes teñidas. Mañana despertarás entre felicitaciones y regalos, pero nada sabrás de mí. Sólo aquí podré regalarte algo. Pero nada sabré de ti.

sábado, agosto 13, 2005

2 días

Desearía saber lo que piensas cuando la tempestad cosecha batallas en las densas fronteras de tus lágrimas. Desearía conocer los recuerdos que te asolan en esas noches herméticas y descoloridas. Desearía saber si mi anhelante sombra te susurra en las horas tristes de la huraña rutina. Desearía que cuando sientas que la senda es demasiado espinosa, cuando creas que no tienes fuerzas para seguir adelante, cuando te sientas asediada y perdida, no receles ni temas, porque la desolación, aunque te parezca perpetua, nunca lo es.
Se, que en ocasiones, la gente que te rodea te proporcionará un insondable vacío, pero todos precisamos de ese vacío para seguir viviendo, sin el resto de las personas alrededor nuestra no seríamos nada.
Jamás te entregues a la fácil victoria del desencanto, resiste, la vida estará llena de decrepitudes y decadencias, pero lucha por lo que quieres, por tus sueños, por alcanzar el anhelado y verdadero amor, por vivir. Vive. Déjame atrás. A mí y a todos. Y vive.
Jamás dejes que se te oscurezcan los ojos por nada, no tengas miedo al fracaso de horizontes desconocidos, no desesperes cuando no se cumplan tus sueños hilvanados, cuando el desgarramiento te deje sin palabras, cuando en un baile de máscaras escuches falsos murmullos. No importa si la suerte se pone de espaldas a ti. Procura que no te descentre la maraña de callejuelas de la fervorosa armonía del sentimiento del desaparecer, del desvanecerse. No te preocupes cuando la esperanza sea un insólito lugar de tortura, cuando concluyan los retratos de amores profundos, cuando los espantos de la existencia desfiguren las paredes a base de pinceladas de la temible e inoportuna influencia de la muerte. No dejes que ello condense tu atmósfera y llene tu vida de gemidores fantasmas que te acaricien el oído mientras percibes sus suspiros con insoportable miedo. Nada de eso debe ser superior a tus ganas de vivir y de ser feliz. Cualquier error tiene remedio, cualquier decepción es superable, cualquier desilusión es dominable; deberás aprender que el no querer acrecentarse de los fracasos no es ninguna opción. Comprende que deberás mirar el universo del color que a ti te de la gana. Que la vida no te imponga las reglas. No intentes arreglar el juguete ajeno si realmente no puedes.
Sonríe en los peores momentos de abatimiento. Y ama tu propio espejo, porque tal vez sea la base de la felicidad. Aprende a ser feliz con las pequeñas cosas de la vida. Y ten en cuenta mis escritos, aquellos que tanto decías que te ayudaban. Quizá no sepa hacer otra cosa excepto escribir, y ni siquiera eso hago bien, pero ojalá te ayuden a no hundirte cuando los males hagan acopio de una prolongación invariable.
Y, por favor, recuerda siempre esa frase que, sigo sin saber quién la escribió, pero te repetí tantísimas veces cuando los nubarrones poblaban tu melancólico cielo: “Sonreír cuando el corazón llora, es de héroes”.
Al fin y al cabo, nunca llueve eternamente.

viernes, agosto 12, 2005

3 días

7 de noviembre de 1823. El general Riego es ejecutado en Madrid.
7 de noviembre de 1867. Nace Marie Curie.
7 de noviembre de 1893. Un anarquista arroja una bomba en el Liceo de Barcelona y causa 14 muertos y 6 heridos.
7 de noviembre de 1913. Nace Albert Camus, excepcional escritor que descubrí gracias a Sartre y al precioso artículo que le dedicó con motivo de su trágica muerte.
7 de noviembre de 1941. Muere otro escritor francés, Maurice Leblanc.
7 de noviembre de 1991. El jugador de la NBA, Magic Jonson, anuncia que deja el baloncesto tras conocer que es portador del SIDA.
7 de noviembre de 1998. El Discovery aterriza en Cabo Cañaveral después de una misión de nueve días en el espacio.
7 de noviembre de 2004. La noche en que perdí la ingenuidad. Aquella noche pusiste punto y final a la apasionante historia que por aquel entonces me estabas regalando. En ese momento yo no era consciente ni por asomo de que los siguientes meses iban a suponer para mí algo así como vivir en una oscura cueva llena de contrariedades, y que aquella noche sería un desalentador punto de inflexión en mi vida; aunque tú ya sabías que sería nuestra última noche juntos. Cada célula de mi cuerpo se estremece ahora al recordar el tiempo en el que fuiste la amparadora de tormentas de mi angustioso mundo.
Siento honda tristeza al pensar que mi corazón, antes lleno de ti, estará ya para siempre lleno de tu ausencia.
Y yo sigo sin querer desistirte, y sigo esperando todos los días que vuelvas a mí; una palabra o un suspiro tuyo bastaría para arreglarlo todo.
Pero el orgullo te ha cegado por completo, lo que tú intentas creer no es lo que realmente es. Jamás pensé que este golpe me iba a herir sólo a mí.
Necesito aprender a curarme las cosas y a ser feliz, pero es todo tan difícil sin tus abrazos calmando mis sollozos. Estoy hundido por tu retirada y deseo que vengas a consolarme. Antimateria de la alegoría.
Pero las cosas son así y así han de permanecer para siempre. Es algo de lo que soy consciente, pero me molesta, me molesta que tenga que ser así.
Todo esto que te estoy escribiendo y todo lo que te he escrito después de esa melancólica noche no hace sino sentenciar de forma absoluta lo dolido que estoy desde que te marchaste, desde que obraste de la forma en que lo hiciste.
Sabía que las palabras nos podrían unir, pero lo que no sabía era que también nos podían separar. Yo, que siempre creí que el imperio de la imaginación literaria era un dulce hechizo para ti. Tenía la firme convicción de que mis escritos convertían en inofensivas tus numerosas inseguridades y tus miedos, y que gracias a ello, estarías siempre junto a mi, esperando cada día tu pequeña ración de palabras.
Nos separa un abismo profundo, pero sigo pensando que si tú quisieras, no existirían abismos que pudieran distanciarnos. Te obstinas en una serie de circunstancias que sólo tú conoces. Ya se que me hallo aún lejos de la verdadera sinceridad, pero te aferraste a unos prejuicios que yo no podía derribar, era un muro imposible de tumbar, y no me queda más remedio que avenirme a ser purgado con el dolor de esta terrible realidad que soy incapaz de aceptar. Destructora es la verdad que se cierne sobre mí. Las auténticas tinieblas son las que componen la realidad más triste y despótica, aquella en donde los ardientes espejismos se han ido apagando para dar paso a la desazón más absoluta.
Sólo por ti, por volver a ver tus ojos, tu sonrisa, tus diminutas pequitas en la nariz, sólo por dejarme saborearte una vez más, estaría dispuesto a todo.
Así que ya ves, sigo cultivando las sombras de tu recuerdo. La resignación a unos sentimientos que añoran el cariño despoblado de tus impetuosos horizontes.
Quien nunca se alimenta de dolor nunca sabrá lo que es vivir. Desearía cerrar los ojos y coger tu mano, fingiendo ignaro el borrascoso pasado. No entiendo la razón por la que te sigo queriendo, pero me está resultando imposible convivir con ello.

jueves, agosto 11, 2005

4 días

- Ahora que te conozco, debo marcharme para siempre.

- ¿Por qué?

- No preguntes. Es mi decisión.

- No permitiré que brames a mi puerta en busca de sinuosa compañía con tal de abandonarme pos el alba satisfaciendo así tus ansías.

- No sigas hablando. Eres un inocente.

- Entonces... ¿qué buscabas en mí, egoísta dama? No tengo nada más que dos manos y un corazón para sentir mis poemas y gestas de arcanos héroes.

- Huía del traicionero país que cautivaba mis desidias en épocas felices y encontré el sendero que me guió hasta ti.

- ¿Y ahora me dejáis prender al sol y destruirme?

- No te hago ceniza en tu hoguera. En realidad siempre has sido una luz oscura y lóbrega. Tu endeble discernimiento está provocando que poco a poco te apagues para siempre. Es mejor que sea cuanto antes.

- Pero no podré olvidarte.

- Siempre se puede olvidar.

- Aunque quisiera, no podría. El perfume de tu pureza siempre irá conmigo.

- ¿Por qué?

- Porque cualquier día, sin avisar, me atacarás. A veces, creemos haber terminado con el pasado, pero el pasado nunca termina con nosotros.

- A mí no me costará nada arrinconarte y olvidarte.

- No es cierto. Y lo sabes. Mi recuerdo estará presente en tus noches afligidas.

- Jamás tuve ningún sentimiento de cariño hacia ti. Todo era falso. Había perdido el rumbo hacia donde mirar, ahora que he recobrado la sensatez, ni tú ni tu recuerdo seréis obstáculo para mí.

- ¡Calla!.. Entonces entonaré mis llantos más altos con tal de que oigas mi funesta plegaria.

- No te servirá de nada.

- Dejaré eternamente resonando mis enmohecidos cascabeles esperando que la insolencia de tu hermosura cautiva vuelva a mis brazos cuando la risa burlona de la vida te debilite.

- Deja de soñar con la eternidad. Adiós.

martes, agosto 09, 2005

Esperando a Morfeo

De pequeño imaginaba que mi cama era una pequeña barquita a la deriva en un mar repleto de seres infernales (a la vez que acuáticos). Siempre veía la cama como un lugar de protección y de amparo. Mi insignificante y particular mundo. Era el lugar donde nada ni nadie podía hacerme daño. Es curioso, porque ahora se ha convertido en todo lo contrario. Al apagar la luz, la cama se transforma en el extraño y pavoroso país donde los pensamientos existenciales se suceden continuamente. La gente cuenta ovejas. Yo cuento muertes. Y pienso en aquella que ya no veré. Que no sentiré. Que ni siquiera sabré cuando ocurrirá. Y se pasa mal. Muy mal. Miles de diminutas serpientes demoníacas recorren mi estómago. Y yo soy presa de ellas. Presa del pánico. Presa de mis propios pensamientos. Quizás por ello me acuesto siempre tan tarde, para caer totalmente rendido en los brazos de las fascinantes quimeras que nos producen los sueños.
Siguiendo con la nostalgia infantil, cuando miraba al cielo, y había muchas nubes, siempre pensaba que el cielo era un océano enorme, y las nubes barcos repletos de pescadores que trataban de atraparnos a los humanos.
Laura, la encantadora fémina que inspira el título de este blog, imaginaba que las farolas eran chupa-chups, aunque nunca me he atrevido a preguntarle si alguna vez realizó la desagradable hazaña de pegarle un chupetón a alguna farola. Conociéndola, no se qué pensar..

lunes, agosto 08, 2005

Inalterable huella en el camino

Tu recuerdo en las noches de verano. Siempre que doy un paseo, me atacas de imprevisto, sin avisar. Tal vez esa sea la razón por lo que lo hago.

sábado, agosto 06, 2005

Peter Sellers y Eddra Gale en plena acción

-¡Ana, te he dicho mil veces que no me molestes mientras trabajo!
-¡¡Dime quién es esa mujer!!
-Esto se ha acabado. ¡Vete a la cocina!
-¿Por qué no viniste anoche a casa?
-¡¡Déjame en paz, tengo que trabajar!!
-¿Es más guapa que yo?
-¿Que si es más guapa que tú? Hasta yo soy más guapo que tú.
-¡Oh.. grosero! Llevas carmín en la camisa.
-Bueno, nadie es perfecto.
-Ya se que no es la primera.
-Mira (señala al cielo y se escabulle) ..... ¡¡Te mentí!! ¡¡He estado mintiéndote!! ¡¡Te he odiado desde el instante en que nos casamos!! ¡¡Eres grotesca!!!
-¡¡Y tú un adúltero lascivo!!
-¡¡No te atrevas a llamarme eso hasta que yo sepa lo que quiere decir!!
-¡¡Adúltero!! ¡¡Adúltero!! ¡¡Eres un adúltero lascivo!!
-¡¡¡Guarda silencio mientras gritas!!! (consulta un diccionario y lee)... Adúltero lascivo.. ¡¡aquí está!! ... Adúltero lascivo es el hombre que siendo adúltero, es lascivo. ¿Qué birria de libro es éste? ¡¡¡Eres un monstruo y un monstruo, así por ese orden!!!


Woody Allen. ¿Qué tal, Pussycat?

miércoles, agosto 03, 2005

Alegato

Capítulo I

Se puede ser sincero sin decir toda la verdad.